Imagen: Krasnyi Collective

” A raíz de participar en la preparación del Seminario de ovni archivos (@ovni_archivos) en La Base (@ateneu_base): “El tiempo justo de la revolución. Por un proceso destituyente”, a principios de noviembre, donde se invitó a los investigadores Marcello Tarì y Andrea Cavalletti, Vicente Barbarroja nos ha hecho llegar esta breve serie de artículos para provocar el debate en torno a cuestiones olvidadas y a la vez presentes en las luchas y la vida que compartimos. — Del pasado lo más importante es lo que olvidamos.”

¿Cuáles son los presupuestos para la revolución? ¿La modificación de la actitud interna o de las circunstancias exteriores? Esta es la pregunta cardinal que determina la relación de política y moral y que no tolera paliativo alguno. El surrealismo se ha aproximado más y más a la respuesta comunista. Lo cual significa pesimismo en toda la línea. Así es y plenamente. Desconfianza en la suerte de la literatura, desconfianza en la suerte de la libertad, desconfianza en la suerte de la humanidad europea, pero sobre todo desconfianza, desconfianza, desconfianza en toda reconciliación: entre las clases, entre los pueblos, entre este y aquél.

WALTER BENJAMIN, El Surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea

Quizá lo mejor es terminar con una breve historia. Estos últimos meses, después del violento adiós de nuestro amigo y compa, Pablo Molano, algunas amigas, amigos y también extrañas familias hemos hecho un viaje en la okupación de un enorme edificio de pisos de lujo en el corazón helado de la metrópoli barcelonesa. Algunas evidencias han saltado a nuestros ojos con la experiencia: nos hemos acostumbrado a poner flores en la ventana de nuestras celdas, y esto es intolerable. Nos hemos acostumbrado a que sea normal pagar una fortuna por cuchitriles que no tienen ni siquiera una bañera, menos un jacuzzi, tienen un rancio plato de ducha y basta. Vivimos sin terrados abiertos al cielo, sin ventanales abiertos a los árboles, sin puertas cercanas a los huertos. Vivimos en lugares húmedos y pequeños, rodeados de objetos de mala calidad, epifanía de su próximo vertedero, y queremos creer que es normal. Pero no lo es. Tampoco la escandalosa ausencia de tiempo en la época de la hipervelocidad. Siendo sinceros, quien tiene bañera y terrado y jardín, o no tiene ningún tiempo para gozarlos y compartirlos, o sea, es un infeliz, o es un genio explotando a sus congéneres, es decir, un ser deleznable.

Viviendo en esta grieta ardiente durante unos meses, contando el final del verano, hemos intuido qué era eso de la destitución, la comunalidad, la autonomía y el buen vivir. En primer lugar tiene que ver con tomar un lugar habitable, vinculado al archipiélago de fuerzas que resisten al horror, un horror al que solo se puede derrotar pasando de la defensiva a la contraofensiva, y a la ofensiva. Es abandonar la evidencia de los cuchitriles y cambiarla por la de amplios espacios, para poder cuidarlos, recrearlos, comunizarlos (sobre la amplitud, vale la pena decir que sobre la tierra no sobra gente, lo que sobra es el capitalismo). Después, es erradicar los cuadrantes de la vida cotidiana común, y mantener el lugar amable porque, evidentemente, sino una bebé no podría habitarlo. Es comer juntas y juntos en una sutil competencia por ver quiénes ofrecían los mejores platos. Una competencia antieconómica, por ver quién da lo mejor, no quien se queda lo mejor. Es decirse la verdad cara a cara, sin dejarlo para un más tarde que después nos habituamos a que nunca llegue. Es estar abierto a la presencia del otro, por lo menos cuando estamos juntos. Para lo cual es necesario atravesar la soledad, sustraerse a todas las distracciones que nos asedian, sino no hay apertura de la presencia, hay distracción y fantasmas de grupo –por ejemplo: inseguridad y fantasía de fusión, grupo como objeto libidinal (supernarcisismo) y negación de la separación, recelos y frustración–. No se puede «construir comunidad» con la catástrofe que somos, producto de una civilización ruinosa, hay que volver a atravesar la soledad para poder encontrar lo que nos es común. Así, es la tarea para cada ser de encontrar su propia fuerza, porque si los demás están fuertes uno también lo está. Es, entonces, sentirse depender de los amigos y las amigas, porque la canalla, las criaturas, enseñan la fragilidad de la vida, como la vejez. Es debatir sobre lo que nos preocupa sin turnos de palabra. Es, desde el principio, luchar contra lo intolerable. Es decir, encontrar el ritmo del combate en el interior de una vida común, para que no sea la lucha la que se vuelva insoportable. La estrategia depende de la inteligencia y esta cuesta.

La evidencia de estos meses es que lo primero que hay que destituir es la imagen que como seres vivos tenemos de nosotros y nosotras mismas. Narcisos de hielo hechizados por la panoplia de pantallas de la metrópoli. Se ha hecho evidente también que esto da pavor. Que para nada es fácil destruir en la o el revolucionario la desconfianza acelerada que vincula, aterrorizado, a ilusorias preferencias individuales, el miedo a abandonar el semi ebrio sonambulismo de la falsa juventud eterna de la metrópoli. Utilizando una imagen, esto sería como reventar violentamente con un hacha el espejismo del eterno presente juvenil, para encontrar, una fuente de pasado, que se derrama como agua fresca sobre el futuro.

La Rimaia, llena de enseñanzas, es solo un brazo de esa grieta ardiente que recorre subterráneamente el corazón helado de todas las metrópolis de este mundo en ruinas. El tiempo de la revolución no se haya oculto en un incierto futuro, vive ya entre nosotras y nosotros como llamamiento de la época a destituir el terror de la impotencia, el gobierno infinitesimal sobre las cosas, las metrópolis como seres intrínsecamente enfermos; vive ya en nosotras y nosotros como apertura a un buen vivir que solamente una fuerza histórica puede mantener abierto, hacerlo entrar en una duración extraña a la moderna tiranía de los relojes. La pequeña burguesía planetaria afila sus uñas reaccionarias temerosa de que el mundo infernal que ha creado la economía penetre al fin en su cielo privado. Desconfianza, desconfianza, desconfianza en toda reconciliación. No es el colapso el que prepara la guerra civil, es la guerra civil la que prepara el colapso. La batalla está abierta.